Ahí va el pobre hombre,
va a trabajar,
arrastrando los pies,
al caminar.
Atrás se han quedado,
sus tristes recuerdos,
en sueño profundo,
orillando el fuego.
En rostro del hombre,
se ve la huella del tiempo,
en sus débiles manos,
la dureza del sacrificio,
los años van surcando,
caminos en su vida,
por donde se pasean,
la pena y la alegría.
Apenas se divisa,
una cruz de madera,
tallada en pobreza,
sin nadie que espera.
La humedad del día,
el ya no la siente,
sus ojos se empañan,
con lágrimas frías.
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